¿Diferencia?

La claridad con la que veo las cosas, no se vuelve cada vez más pulcra. Contraria, es una turbiedad tan hediente, que parece ser que no es simplemente analizar, si no mirar mal todo. Ya mi edad hace que piense todo de una manera distinta. Hasta parece que debe ser adecuado en mí estar en contra de todo.

Que si la luz, que los gastos futuros. ¡Blah! Es insulso el saber que mi gobierno me cobra por vivir. ¿Pueden creerlo? ¡Por vivir! Y no necesito nada de ellos. Hace poco me asaltaron por ahí de lo que es la estación de tranvía que deja en la esquina de mi colonia. Ni los policías son capaces de estancar la seguridad en esta zona.

Si simplemente las quejas que hacen mis vecinos, me prugan tanto, que no sé si simplemente ignorarlos, o voltear y refunfuñarles mi contradicción que inquieta tanto a mi estabilidad.

Hay una mujer, que siempre viene a quejarse de lo que le sucede. ¡Como si yo fuera su emulsión de alivio! Es calva, tendrá acaso una treintena de edad. Parece ser que su hijo, el más grande, partió a una nueva ilusión en otra parte del mundo. ¿Hay alguna diferencia? Si el estar aquí es inmundo, ahora imaginense soportar la sofocada en otra parte.

Otra señora que también siempre viene a quejarse, insulta con tanta enjundia que si me divierte escucharle, pero; no es de mí no prestarle atención, ¿saben? Es que a veces, también me aturde el escuchar siempre que digan altanerías. ¿Hay alguna diferencia? ¿En hablar educadamente ante una "ilustre personalidad" y una pagano cualquiera?

Y hay un joven, que creo que fue culpa de él que yo estuviera en esta estancia tan mísera y sin felicidad alguna. Ya no tengo ni mis lucecitas que me alumbraban de noche, ni cerca de la puerta. Ya no me visita gente que pide por bien, ni gente que me diga que me ama. ¿Hay alguna diferencia? ¿En ser una estatua? ¿Un "santo", a ser un humano? Sí, claro, no hablaré, pero embargo si me puedo quejar.

Bueno, no hay diferencia en mi rutina, tu al menos caminas hacia mí y me dices algo. Yo, que más quisiera yo contarte mis penas y pedirte mil milagros a tí también. Pero bueno, otro día, otra oración.

Hay carencia.

Yo por ahí del litoral, me topé con la señora anémona, que ya lleva semanas triste, no sé que decirle. Hasta hay veces que ni me cuenta qué o cómo le va. Y con decirles que se le olvida hasta el comer.

Ella que era tan alegre, que se decía unos chistes re buenos, uno que otro cargadito, pero siempre con una muy buena aura. Ora, simplemente se deja frutecer con la marola del amanecer. Ya ni sé si decirle, que con es actitud, resopla agüitamiento a toda la comunidad.

Antes, hasta le bailaba en las noches a la luna, con su caudalante falda rosa, con esas tiras casi de seda que sólo ella y sus hermanas tienen, con las cuales invitan a esos pobres pecesillos, que por osados, se los llevan a un baile cruento.

Ya no es lo mismo, pareciera que ella, se quiera unir al danzón del olvido. Ni ya por las notas que genera la espuma del mar, sublimes aquellas que al regorgoteo del obraje de la arena con el mar, hacen que la melodía que hacía a la luna bailotear, hoy sólo son tristes notas.

-¿Qué tienes mi muchachita, que es lo que te bajonea?- pregúntole yo a la rosada niña.
-No es nada, es sólo que ya no siento igual.- Responde desilusionada.
-¿Pues cual es tu pesar mi niña, si todo el mundo llora por , el verte triste nos entristece y tus bailes queremos ver venir?
-No es quién llore, o deje de llorar por mí. Es que me falta alguien, alguien muy especial que al fin, me supo decir, que mis bailes, eran su total frenesí.
-¿Es un amor, o un amigo que en tu corazón te ha marchitado?
-Sí, es un amor, que por mi baile he declinado. ¿Sabes coralito? Me falta hasta el aire, sin ese amor volver a sentir.

Ya la niña, hasta se ve pálida, ya no sé ni qué decirle.

Me contó don Róbalo, que hace mucho por ahí, se enamoró de uno de esos grandes, que vienen con sus telares grandes para arrejuntar a mucha gente, y se los lleva hacia arriba, y de allí ya no se ve salir. Pues bueno de esos, perdió la pudicia la niña y que de ahí, ya no a vuelto estar en sí.

Días pasaron, hasta que la niña en el fondo yacía, ya inmóvil. ¡Ay de mí! De mi corazón, la dulce niña que veo morir.

-Es que fue el amor, el amor la dejó morir. - Dijo el percebe, el atún y el delfín.
-No es que haya sido el amor, si no de quién le robó el corazón. - Dijo la raya, dirigiéndose hacia mí.
-Nada de eso, si no que hay carencia de este amor, que hasta la muerte nos deja ir. Así como en la época en cuando bailábamos a la luna- decía el manatí- aquella que hasta el aire se nos hacía vida y que las burbujas parecían rubíes. Hoy ya no es nada, por que los de arriba, le quitaron a su amor, así como algún día, nos quitarán a alguno de los dos - mirando a su mujer- y así a la niña, a su compañero le quitó.

Hay carencia digo yo, de esta clase de amores hoy en día, que el morir por el mismo amor, ni pecado ni acto de locura. Al contrario, es nobleza, que pocos en su corazón ocultan.

Manual del olvido versión 1

Instrucciones precisas para conseguir olvidar algo o alguien.
Las siguientes son descripciones de las fases normales que debe de sostener un animal pensante cuando se encuentra en la necesidad de omitir sensaciones, recuerdos, personas o cosas.
Se recomienda utilizar con música suave de fondo.
Úsese en casos desesperados y al pie de la letra.

1. La definición.
Olvidar no es cosa fácil. No se trata solamente de suprimir de las experiencias o alisar la capa corrugada del cerebro que se produce por los actos memorables.
Olvidar es estar con aquello que se aborrece (en caso que lo que se desea olvidar se aborrezca) justo en las narices y, beber de la misma taza, comer en la misma mesa, rezar en el mismo espacio y dormir entre sus brazos.
Olvidar, por tanto, es sembrar a flor de piel lo que no se desea conservar para recordar que se le olvida.


2. La decisión.
Decir 'voy a olvidar' no es como decir 'hoy se me antojó comer tal cosa' o 'usaré mi playera favorita'.
Hay decisiones ligeras a lo largo de la vida que pueden tomarse tal cual vienen, a pelo, apenas y respirando lo suficiente para dictaminar en voz y forma lo que se piensa hacer.
Decir 'voy a olvidar' se asemeja a un 'esta bien, cojamos' y acto antecedido hay pétalos de rosa, música de fondo, protección y disposición de abrazar y dar las gracias por el momento que se avecina.

3. La acción.
Respire profundamente.
Ligue todo lo que vive, lo que piensa, lo que siente y lo que percibe a aquello que desea olvidar.
Ponga sentimiento.
Inhale.
Mientras suelta el aire que yace en sus pulmones, imagine que en cada partícula entre el viento que se deposita dentro de su cuerpo va aquello que no necesita mas con usted.
Repita el proceso las veces que sean necesarias.
Notará que olvida (o comienza a hacerlo) cuando sobre la piel de su brazo distinga pequeños botones de tipo floral con rostro de lo que desea olvidar.

1. El olvido.
Pode la hierba mientras intenta llenar los huecos que quedaron en su mente.
Mire al cielo de manera que todo lo que haga, piense, proyecte e idealice tenga matices de ser en pro y en bien de las nubes y del entorno.
Calle.
Mantenga la cara dura (excepto para con los niños y los canarios).
Ponga las manos en sus bolsillos y cuando sienta que recuerda, inmediatamente mire su brazo podado.
La ausencia de presencia le recordará que por increíble que parezca que algo que no recuerda ha sido olvidado.

6. Advertencias.
El uso prolongado del factor olvido induce a ... emmm ... no lo recuerdo.

La Gritona Analfabeta

Laberintos. Laberintos. Laberintos. No hay salida y si pretende haber alguna nunca saldré de la infraestructura de tus sentimientos. Rascacielos terriblemente altos me tocan escalar cuando se te ocurre gritar tonterías a mis orejas. Yo no soy culpable de nada. Muéstrame documentos donde aclaren que yo soy la causa de tu fealdad, de tu flaqueza, de tu piel tan delgada que revela un imperio óseo por debajo de ti. Si deseas gritar, grita con todas las fuerzas del mundo, grítale a fulano, a mengano, al individuo que viene por ti todas las noches después de las seis de la tarde, pero nunca te atrevas a dirigirte a mí con gritos. Que se estén cayendo las hojas de tu árbol genealógico, que tu padre a casa borracho volvió de nuevo, que tu madre se vende por las calles, cualquier excusa es invalida ante mi leal saber. En vez de tener sombra, como todos los demás, cargas una silueta de telenovelas baratas. Gabriel García Márquez se reiría de ti sin compasión alguna. Mira que a mí también me dan ganas de gritar pero con eso de que soy mudo solo tengo la pluma para decírtelo y tú ni lees.

Memorias de Gis

Trazo un rostro abstracto en un pedazo de hielo apunto de derretirse. Me dice mi madre que el agua promete saciar la sed, pero el hielo solo desea ofrecer un puñado de neumonía. Una aurora se arranca del atardecer alrededor del cielo, cuando el cielo aspiraba descender en forma de arroz chino. El pintor pinta con la sangre de un oso polar y se retira a Las Bellas Artes para poderlo festejar. El gis que yace en mis manos abre puertas a otros mundos donde nadie sabrá si seré un adulto o seré un niño salvaje. Correré por encima de tus cuerdas vocales y te hare cantar ópera. ¿Sabías que las uñas de tus dedos son rosas apunto de florecer? Tu cadáver, al descomponerse por completo, será un lindo jardín en el que sembraran flores de todos los colores. Las flores cargan joyas. Si vendes las joyas morirás.

Pétalos Cromados

De tus pupilas corren las llamas del sol; de tu mirada nace el seol, y me quema envolviéndome en un fuego ambarino, tan solo para arder, con el tiempo desfilando lento. Me obsequias la llama eterna del infierno en un simple jugar de miradas. Pasamos por sendas torcidas que al pisarlas: nuestros pasos suenan como las teclas de un piano pequeño de juguete, el cual procrea melodías anochecidas, con la maqueta de acordes siendo tu cuerpo vestido de un cristal abrillantado por las lágrimas del universo. Y este cristal se fragmenta transformándose en un mosaico de espejos sensibles, los cuales reflejan el palpitar de mi energúmeno corazón. Te juro que con el toque de tus manos me volvería frágil, así como una estatua de marfil, hallándome en un punto que puede llevarme a quebrar. Pero te lo imploro que no me hagas romper…no tengo a nadie que junte las piezas por mi…no tengo a nadie que vuelva a reincorporarme de nuevo. Cuando el viento acaricia el pasto con granizo, tú te hundes, y desapareces dejando entre renglones un hechizo de murciélago. Tu ausencia le dispara al centro de mi medula. La felicidad es como el vino que te traiciona en el segundo trago: una vez que te tiene atrapado podrá decidir en cualquier momento abandonarte en el suelo. La gente va a pasar sobre ti. Todo va a correr igual. Nada cambia. Permíteme permanecer a solas. Deseo perderme en el laberinto de las sombras más lóbregas que traerá el mañana.

Da pena.

Estando en la estancia de espera, recordé del por qué Luisa nunca quiso venir a este médico. Es que el hombre es atractivo, y no por menos, parece ser que sabe mover las manos.

Pasando al consultorio, y ver las casi mil mujeres que están esperando ser atendidas, me recuerda del por qué yo vine, y del por qué seguiré visitándolo.

Pasando las horas para que llegue mi turno, insinuo el no estar al pendiente de las otras mujeres, cuales están pendientes de mí. Culaquier movimiento, palabra, respiro, casi cualquier cosa... pero más que nada, el como me vestí hoy. No creo que me haya escotado tanto, pero no se sabe.

Al oír mi nombre, descubro que estoy ansiosa y que necesito verlo con urgencia, como si tuviese un regalo ó sopresa por venir. No lo sé, es sólo un sentimiento que determina que hago o que no hago. No me entenderán, es un nudo de ideas que traigo divagando en mi cabeza.

Al llegar a la última puerta del blanco pasillo, escucho los murmuros que quería oír... está hablando con alguien por teléfono.

Mi momento de entrar...

-¿Sabes a qué vine?
-¿Disculpe?
-Que si sabes a que vine, pregunto.
-¿Una consulta?
-A decirte adiós.
-¿La conozco?

Sí, si es él, lo sabía, tiene las mismas facciones que su padre, no puedo creerlo. Y pensar que este ginecólogo, al que todas consideran como favorito... resultó quien me dejó una vez en paz.

-¿Laura? ¿Eres tú? ¿En verdad lo eres?
-Adiós.

Sí, el fue. Si lo hubiese conocido tiempo atrás, no sé que pasaría. Pero pues, que da la vida, más que vueltas, sólo el pensar que el hizo el análisis final, para que mi record clínico marcase "Hora de defunción" en vez de "fecha de nacimiento."

Mi nombre es Laura, hace seis meses, perdí a mi bebé por una negligencia médica, parece ser que la anestesia hizo que la presión arterial en mi ser, hiciera un estrago del cual, mi bebé se hiciera dependiente de.

-¿Laura? ¡Laura!

Hace seis meses, no podía hablar, no podía caminar... no podía vestirme. Estaba muerta.
Hace seis meses, él, me puso en una cama fría.
Hoy, tengo las de ganar, por honor a mi bebé, y por honor a las demás. No sé si fue en verdad su culpa, pero sólo sé, que fue un milagro, del cual, no fue gracias a él.

-¿Doctor Muñoz? Soy el detective Manuel Poza, queda usted bajo arresto por negligencia y abuso de profesión. Tiene derecho mantenerse callado...

Y de tener pena, de ver como tu carrera se desmorona, por no fijarse en las cosas que haces, con tal de hacer las cosas rápido. Como si la vida de una persona, no fuese suficiente, como para dedicarle el tiempo que merece.

Da pena, pero da coraje. Da pena y coraje, el saber, que casi matas a una persona. Da pena, y da orgullo, el ver que se está haciendo justicia.